¿Los perros piensan como nosotros?


El proceso de pensamiento responde a una motivación, es un medio de planificar una acción, examinar la situación y decidir la mejor manera de llevarla a cabo. Nos permite ir superando dificultades ideando planes, encontrando la mejor forma de hacer aquello que nos hemos propuesto.
Durante años se ha tenido la creencia de que el ser humano es el único animal “racional”, atribuyéndole la capacidad de pensar, sentir y emocionarse. Esta creencia comenzó con Descartes, filósofo francés del siglo XVII, quien aseguraba que los animales carecían de estado consciente, de inteligencia y de cualquier proceso mental análogo al ser humano. Esta teoría es apoyada todavía por algunos ámbitos científicos, que sostienen que los procesos mentales superiores que rigen el comportamiento humano difieren de los animales, que se rigen por comportamientos instintivos y condicionados.

Existe otra corriente que defiende el raciocinio de los perros, así como de otros animales, capacitándolos de pensamiento. Darwin aseguraba que “las distintas emociones y facultades como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, etc- de las que se jacta el hombre se encuentran en forma incipiente y a veces bien desarrolladas en los animales inferiores”. Actualmente diferentes autoridades científicas reconocen capacidades de razonamiento, en grado variable, en los animales.

Si bien es cierto que poseen comportamientos instintivos como mover la cola, ladrar, gemir o enseñar los dientes, no es menos cierto que lo hacen de forma controlada escogiendo el momento. Lo que implica un razonamiento.
¿Realmente podemos atribuir la capacidad de pensamiento únicamente al ser humano? ¿Acaso los animales no llevan a cabo planes para conseguir aquello que quieren?

Si hemos comido algo delicioso delante de un perro, seguramente habremos oído gimoteos, mientras nos pone su mejor carita de lástima, nos da golpecitos con la pata, o realiza todas esas monerías que le hemos enseñado anteriormente… El perro tiene una motivación que es la comida, examina las opciones para obtenerla y como no le es posible cogerla sin más, planea la mejor manera de obtener esa comida, que es tocándonos el corazoncito desplegando sus armas para que caigamos en la tentación de darle un trocito.

Los perros pues, pueden pensar y razonar, pero de forma diferente a nosotros. Su razonamiento es sencillo pero no por eso menos efectivo que el nuestro, ya que les permite conseguir aquello que necesitan que es, en la mayoría de casos, comida y atención.

El pensamiento del perro funciona por causa-efecto. Si una acción les aporta una recompensa, esa acción será repetida y se realizará en el momento adecuado. Por ejemplo: se le enseña a un perro a hacer sus necesidades en el jardín. Cuando el animal tenga pipí, rascará la puerta ya que sabe que de esa manera su dueño vendrá abrirle para poder salir al jardín, porque probablemente un hubo un primer día en el que rascó la puerta y le funcionó, de manera que este comportamiento se repite. Si rasca la puerta en presencia de otra persona que no es su dueño y no entiende esa señal, no le abrirá la puerta. El perro no entenderá que falla y se frustrará, pero probablemente este estado de frustración solo le dure un rato y enseguida se olvide haciendo otra cosa que le guste o le apetezca. Esto es debido que sus pensamientos son más inmediatos que los nuestros, ya que no poseen capacidad de abstracción de pensamientos. No pueden entender, como nosotros, conceptos del pasado, presente y futuro. Analizar y sacar conclusiones tal y como lo hacemos nosotros. Los perros viven el momento, sin preocuparse del futuro ni dar demasiadas vueltas al pasado.

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